Por naturaleza, el cuerpo es propenso a conservar calorías, es decir, energía, y está capacitado para ofrecernos señales cuando necesita más (dolor de cabeza, de estómago, malestar general, desmayos, incapacidad para concentrarnos o prestar atención).
Sin embargo, por crianza, desde la infancia, o antes inclusive, somos entrenados a pensar que es necesario comer en abundancia para estar saludables.
Sólo basta recordar al famoso mito de las mujeres embarazadas que creen que “deben alimentarse por dos” y a las madres que obligan a comer a sus hijos, con castigos incluidos, en lugar de enseñarles a comer cuando tienen hambre.
Comer en exceso y por encima de los requerimientos calóricos de nuestro cuerpo, provoca una enfermedad crónica muy bien conocida, la obesidad, la pandemia del siglo XXI.